En el mundo hay quien mira el futuro con pesimismo, quien lo hace con desconfianza y luego está la nación insular de Tuvalu, que lo mira bajo el agua. Literalmente. Si las proyecciones de la NASA dan en el clavo, a mediados de este mismo siglo gran parte de su territorio quedará por debajo del nivel de la pleamar, un escenario que será aún peor en 2100. El panorama es tan poco alentador que el país acaba de vivir una situación insólita: más de un tercio de todos sus habitantes se han inscrito en un sorteo para mudarse a miles de kilómetros de allí.
Su objetivo: empezar de cero en Australia, libres de la amenaza del mar.
Adiós Tuvalu. Tuvalu es una pequeña nación insular de la Polinesia, a medio camino entre Hawái y Australia, conocida por sus largas playas y palmeras. Desde hace unos días sin embargo es noticia por algo que poco o nada tiene que ver con sus paradisíacos paisajes: un porcentaje sorprendentemente alto de su población, algo más de un tercio, se ha registrado en un sorteo para conseguir la “primera visa climática” del mundo y mudarse a 4.000 kilómetros de distancia, a Australia.
Una cifra: 4.052. Los datos son elocuentes. El plazo para optar al nuevo visado se abrió el 16 de junio y a los pocos días se habían presentado ya 1.124 solicitudes. Si se tienen en cuenta los familiares directos de los aspirantes, incluidos cónyuges e hijos, el número total de tuvaluanos que aspiran a hacer las maletas y dejar su patria se eleva a más de 4.000, según los datos que maneja la cadena BBC.
No está mal si se tiene en cuenta varios factores. Primero, que el plazo de inscripción todavía no se ha cerrado (finaliza en unas semanas) y el número de visas disponibles es muy reducido: solo se ofrecen 280 que se repartirán mediante un sorteo aleatorio. Otro dato que da una ida del éxito del sorteo es que según el censo oficial de 2022 en Tuvalu viven poco más de 10.600 personas, con lo que optarían a hacer la maleta y mudarse más de un tercio de su población.
¿Pero a qué optan exactamente? A visas climáticas que permiten a los beneficiados trasladarse a Australia y, una vez allí, disfrutar de un permiso de residencia permanente con derecho a trabajo, asistencia sanitaria, educación, un sistema de subsidios para estudios y cuidado de niños y préstamos estudiantiles. Todo esto además sin renunciar la ciudadanía tuvaluana. A cambio los interesados solo tiene que inscribirse en el sorteo para optar a alguna de las visas, abonar una pequeña tasa (16 dólares) y comprometerse a pagar el viaje si salen escogidos.
“El primer acuerdo de este tipo”. Los visados no se reparten porque sí. Forman parte de un acuerdo mucho más amplio suscrito por ambas naciones el año pasado, la Unión Falepili, por el que Canberra se comprometió a socorrer a Tuvalu ante “agresiones militares”, pandemias o desastres naturales. Además (y esta es una de las medidas más interesantes) Australia asumía la concesión de 280 visas anuales con derecho a residencia permanente que se repartirían por sorteo.
“Este es el primer acuerdo de este tipo en el mundo, ofrece una vía para la movilidad con dignidad a medida que los impactos del cambio climático empeoran”, destaca el Ministerio de Relaciones Exteriores de Australia.
Un paraíso que hace aguas. Tuvalu es un pequeño paraíso en mitad del Pacífico formado por arrecifes y atolones, con playas larguísimas y una geografía caprichosa. Su futuro sin embargo es oscuro. La nación se hunde. Literalmente. Hace un tiempo la NASA publicó un informe que demuestra que el nivel del mar ha subido casi 15 centímetros a lo largo de las últimas tres décadas y que, si nada cambia, el agua seguirá ascendiendo varios milímetros cada año, limando poco a poco la costa de las islas. En unas décadas el proceso incluso podría acelerarse.
Quizás unos cuantos milímetros no parezcan gran cosa, pero Tuvalu tiene una peculiaridad: en su territorio no hay ningún punto que sobresalga más de seis metros sobre el nivel del mar, lo que lo deja en una situación delicada a medida que avanza el cambio climático. La NASA calcula que en 2050 “gran parte de su superficie terrestre” estará por debajo de la pleamar, incluidas las “instalaciones críticas”. Otras previsiones van más allá y señalan que en 2100 el 90% del país se sumergirá de forma regular en el océano, complicando la vida en la zona.
“No es una opción”. El panorama es tan complicado que el primer ministro de Tuvalu, Feleti Teo, habla sin medias tintas de qué futuro afronta la nación insular. “La reubicación interna no es una opción. Estamos totalmente estancados. No hay opción de trasladarnos al interior ni a zonas más altas porque no hay zonas más altas”, reconocía hace poco en la Conferencia de los Océanos de la ONU de Niza.
Australia asoma como una posibilidad en el horizonte, aunque con sus pros y contras. “Para muchos, especialmente para las familias jóvenes, representará una oportunidad para la educación. Para el Gobierno de Tuvalu, la nueva visa también busca impulsar la economía”, reflexiona en The Conversation Jane McAdam, de la UNSW Sídney, tras recordar que las remesas de dinero que los emigrantes envían a sus países de origen forman ya una parte clave del PIB de naciones como Samoa o Tonga. El problema es que ese éxodo también podría asestar un mazazo más al complicado futuro de Tuvalu, restando mano de obra a su economía.
Imágenes | 總統府 (Flickr) y Michael Coghlan (Flickr)
En Xataka | Tuvalu corre el riesgo de desaparecer por el cambio climático. Su solución: crearse un “gemelo digital”
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La noticia En la paradisíaca Tuvalu más de un tercio de la población se ha apuntado a un mismo sorteo. El premio: huir del país fue publicada originalmente en Xataka por Carlos Prego .
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