El calor es siempre un factor de riesgo en lo que respecta a los incendios forestales, más aún cuando es tan intenso como el que hemos visto durante las últimas semanas (y que en algunas áreas aún sigue desatado). Podríamos pensar que las tormentas que han puesto límites a esta calor jugarían a nuestro favor, pero el problema es que ese no es siempre el caso.
A veces de hecho traen consigo un problema mayor.
Incendio en Lleida. El incendio que ha arrasado parte de la provincia de Lleida en los últimos días ha destacado por su rápida propagación. El balance de este incendio ayer era de dos personas fallecidas y 6.500 hectáreas arrasadas.
El fuego, catalogado de “sexta generación”, alcanzó velocidades de propagación de hasta 28 kilómetros por hora, una velocidad que imposibilita la huida a pie. Para ello contó con la cooperación de un factor clave, los pirocúmulos.
Pirocúmulos. Los pirocúmulos o nubes flammagenitus son eventos atmosféricos en los que confluyen potentes incendios y condiciones meteorológicas concretas que generan una “nube de fuego”. Este prooceso se retroalimenta, disparando la capacidad de devastación del propio incendio.
Estas nubes de humo pueden alcanzar alturas superiores a los 10 kilómetros: en el incendio de Lleida se habla de un muro nuboso de hasta 14 kilómetros de altura.
Nubes convectivas. ¿Y cómo se forman exactamente estas nubes? El nombre pirocúmulo o pirocúmulonimbo se crea en referencia a la forma de la nube generada, similar a cúmulos o cumulonimbos y no por casualidad. En ambos casos la forma es consecuencia de los procesos que generan estas nubes.
En el caso de los cúmulos “convencionales”, los desencadenantes son una alta insolación del suelo que hace que el aire se caliente en capas bajas, al calentarse el aire cálido asciende y se topa con aire frío en capas más antas causando la aparición de una nube. En el caso de los incendios, no es sino el propio fuego el que calienta el aire, haciendo que con él asciendan gases, partículas y cenizas procedentes del incendio.
De la nube a la tormenta. Las nubes de origen incenciario se comportan en muchos sentidos como las convencionales. Alcanzan una importante altura donde los vientos más intensos comienzan a arrastrarlas. La humedad acumulada en estas nubes puede generar tormentas con precipitaciones así como con descargas eléctricas en las inmediaciones del incendio.
Sexta generación. La aparición de estas nubes y de las tormentas asociadas no solo facilita la propagación del fuego, sino que genera una inmensa incertidumbre respecto a su evolución. Esta incertidumbre es precisamente uno de los rasgos definitorios de los llamados incendios de “sexta generación”.
Los incendios de este tipo se están convirtiendo en una amenaza cada vez mayor en nuestro entorno. El ejemplo más virulento lo encontramos en 2017, cuando un incendio en Pedrógão Grande, Portugal, dejó 60 personas fallecidas.
Imagen | Eric Neitzel
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La noticia Las “nubes de fuego” causan incendios cada vez más rápidos e impredecibles. El de Lleida es el último ejemplo de ello fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .
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