El DragonFire, un láser de alta potencia capaz de alcanzar una moneda situada a un kilómetro de distancia y con un coste inferior a los 12 euros por disparo, es el último modelo de arma que el Ministerio de Defensa británico ha ensayado con éxito. Las actuales guerras han acelerado los desarrollos tecnológicos bélicos hasta acercarlos a las armas autónomas o robots asesinos. Hoy, el soldado puede estar a miles de kilómetros del objetivo y convertirse en actor secundario de una acción mortal. La industria de la muerte se sofistica e incorpora misiles hipersónicos, barcos sin tripulación o cañones cinéticos mientras las potencias eluden una y otra vez la regulación del armamento.
La evolución tecnológica aprovecha el intencionado vacío regulador para crear herramientas de destrucción inéditas que ya rozan la autonomía
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