Hace unos días fui con una amiga a la piscina. Estábamos charlando y sonó el teléfono. ¡Horror! Llamada de su jefa desde el trabajo para hablar de un error que la trabajadora, mi colega, había cometido el día anterior. Ella descansa días sueltos, su carga laboral es enorme y cuando está en su sitio de trabajo, rara vez a ella, sus compañeras y su jefa tiempo les da para sentarse a hablar, porque tienen todas las horas copadas con trabajo muy físico.
Pasaron unos 40 minutos al teléfono hablando de ese error. Muchas veces, esta persona me dice que no paso tanto tiempo con ella como le gustaría pero es que realmente esto no es algo aislado. Es bastante común que la llamen del trabajo, jefa o compañeras, y que ella responda en su tiempo libre. Para mí no es solo un fastidio escuchar conversaciones de trabajo en mis momentos de ocio, sino que me enfado, porque sé que ella tiene un trabajo muy estresante y nunca la dejan desconectar. Y porque sé que no es legal.
Con esta historia sobre la mesa decidí recopilar este tipo de maltratos que sé que muchas personas que conozco han vivido. Además, se se me ocurrió preguntar en redes sociales varias y aquí hay varias historias de personas que vieron sus descansos (fines de semana, vacaciones…) interrumpidos de la forma más absurda. Todas contadas en primera persona.
Recordar aquí que el hecho de que tu empresa te envíe un email fuera de tu horario le puede salir caro y hay sentencias reconociendo nuestro derecho a la desconexión. La LGPD, en su artículo 88, deja muy claro el derecho que tienen los trabajadores “a la desconexión digital a fin de garantizar, fuera del tiempo de trabajo, el respeto de su tiempo de descanso”. Si bien en la legislación hay una excepción cuando se tratan de situaciones de verdadera urgencia en las que sí estará contemplada esta posibilidad por parte de las empresas.
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Mensajes a las 3 de la mañana
Ocupé un puesto de responsabilidad en una empresa durante unos años y bajo ese pretexto, mis superiores creían tener vía libre para interrumpir mi desconexión cualquier día a cualquier hora, pese a que en mi contrato figuraban unas horas semanales fijas y en un horario también previamente establecido.
Era un trabajo en remoto, por lo que el contacto siempre era telemático y cada lunes veía cómo durante el sábado me habían estado enviando mensajes a través de la plataforma de chat de la empresa. Los fines de semana y en mis días libres no accedía a esa plataforma y los jefes empezaron a usar también mi número móvil personal para enviarme mensajes de WhatsApp o correos electrónicos. Se supone que sólo debían contactarme para urgencias, pero durante tres años nunca existió un solo contacto a deshora que fuese realmente una urgencia.
El culmen fue un email a las tres de la mañana de un sábado para quejarse de un trabajo entregado durante la semana. Al no responderlo por razones obvias, tuve que aguantar una llamada como reprimenda al día siguiente. Llegó un punto en el que, de muy buenas maneras, pedí por favor que no me contactasen fuera de hora y a mi teléfono personal salvo que fuese estrictamente necesario. La respuesta fue “te pagamos para que estés disponible 24-7”, cosa que no era cierta . Al ver que la situación no mejoraba y el ambiente general era malo, opté por marcharme de la empresa a los pocos meses.
Deja tus vacaciones y haz un análisis
Hace dos años tenía 15 días de vacaciones avisados con mucha antelación. El problema es que llegaban al mercado nuevos teléfonos muy importantes que iban a coincidir con ese periodo de descanso. Yo había analizado anteriores versiones de ese producto, por lo que me adjudiqué el análisis.
Quedé con mi responsable en lo siguiente: iba a tener mis 15 días de descanso, pero como había que lanzar el análisis a mitad de las vacaciones y coincidiendo con la semana de prueba del nuevo terminal, me dedicaría un día para escribir el análisis. A cambio, podría volver a la oficina un día más tarde para recuperar el día.
Todo de buenos términos porque había una política de flexibilidad. El problema llegó cuando dos días después de recibir el teléfono, me escriben por Slack para preguntar por el análisis. Me había olvidado de quitar las notificaciones, por lo que no abrí la app y quité las notificaciones. Al rato, empiezan a mandarme mensajes por WhatsApp preguntando.
Les recordé que tan solo una semana antes, habíamos acordado la fecha concreta del día en que me conectaría para escribir el análisis. Poco después, y un día antes del estipulado para conectarme y hacer mi labor, me volvieron a escribir y no les contesté.
Petición de acceso a documentos del Drive
Estaba de vacaciones y además era viernes tarde noche, ese momento de la semana en el que estés de vacaciones o no, llega tu respiro (cuando tienes la típica jornada de lunes a viernes por las mañanas y primeras horas de la tarde). Me llega una petición de la mujer encargada de recursos humanos que además estaba de baja por maternidad (sin realmente respetarla e inmiscuyéndose en todo constantemente, así que sabía de mis vacaciones).
La petición era desde su mail personal para acceder a un documento guardado en mis documentos de Google, donde tenía que anotar mis tareas diarias. Decir, de paso, que ese documento estaba debidamente compartido con el mail oficial de la entidad donde ambas trabajábamos. Semanas antes me había escrito también de sábado para comentarme un par de errores de tipografía en un post compartido en Instagram.
No me pareció tan mal, comparado con que meses antes había ido tomando capturas de pantalla cuando veía algún error para luego hablarlo a mis espaldas con otra gente que nada hacía con las redes sociales y más tarde echármelo en cara. Me pareció más lógico saberlo pronto para poder hacer la corrección, aunque fuera con mensajes al móvil un sábado, que dejar esos errores durante meses publicados mientras se van recopilando en capturas de pantalla.
Lunes a primera hora: le escribí y no responde
Me pasó en un anterior trabajo que yo me encargaba de gestionar a todos los periodistas e investigadores que necesitan información de la que la entidad tomaba para sus reportajes y análisis. También me encargaba de apoyar a los grupos que estaban en los proyectos en terreno para lograr la mejor información que compartir y mantener a nuestra audiencia en redes sociales informada.
Era muy común que, al conectarme el lunes por la mañana, alguno de mis compañeros de trabajo me escribiera para decirme que no sé qué periodista o no sé quién de los proyectos les había escrito para “chivarse” de que yo no les había respondido a algún mensaje. Cuando iba a buscar los mensajes, efectivamente, me encontraba que me habían contactado entre el viernes por la noche, a veces muy de noche, y el domingo también de noche.
Además, yo recibía tal cantidad de mensajes de forma constante que siempre recordaba a las personas en los proyectos o a los investigadores que me contactaban a menudo y que tenían esta mala costumbre, que si me escribían de fin de semana había muchas posibilidades de que el mensaje se perdiera en las otras mil cosas que iba a recibir desde primera hora del lunes.
Mándame una foto a ver si es verdad que estás fuera
Yo trabajaba en un negocio de hostelería. Hay que partir de la base de que mi contrato era de ocho horas pero yo trabajaba mínimo doce al día. Tenía 15 días de vacaciones al año.
Normalmente no solía ir de vacaciones y si lo hacía era alquilando unos pocos días, pero justo esta vez con toda mi familia habíamos alquilado alojamiento a media pensión por una semana. Un día me siento a cenar con mi pareja e hijos y me llamó mi jefe porque me necesitaba.
Le dije que no me había quedado en el pueblo, donde yo vivía y también estaba el negocio, sino que me había ido de viaje a Galicia y ya estaba pagada la estancia. Incluso él hizo una broma: “seguro que lo más lejos que estás es en la zona de bares del pueblo”.
No me creían y les tuve que mandar una foto para que me creyeran y aceptaran que no fuera a trabajar porque ya tenía mi viaje pagado (aquí tengo que decir que la mandé porque yo era más joven, llevaba trabajando toda la vida y no tenía maldad en aquel momento). Además, me preguntó qué día volvía y “soy tan honesta” que se lo dije. El jefe me mandó incorporarme nada más llegar del viaje, aunque todavía tenía un par de días o tres de vacaciones. Trabajé en muchos lugares desde muy joven en mi vida pero este fue el peor.
Día importante en mi profesión, durante las vacaciones
Este es más un bonus, porque el empleado dice que no fue un abuso laboral, sino una casualidad.
Antes trabajaba en un distribuidor de Apple y tenía prohibido cogerme vacaciones ante cualquier posible lanzamiento de Apple. Por lo que generalmente siempre cogía vacaciones en enero.
Me subí al avión para irme a mi viaje y al bajar de él, Apple había lanzado unos nuevos MacBook Pro y al día siguiente lanzó un HomePod. He tenido buenos jefes, no hubo malos rollos y el marrón de cubrir mi tarea se lo comió mi pobre compañera.
Imagen | Foto de Ries Bosch en Unsplash
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La noticia Historias reales de jefes y gente a quienes no les importan las vacaciones: “me hizo mandar una foto para mostrar que estaba fuera” fue publicada originalmente en Genbeta por Bárbara Bécares .
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