La dark web, la red oscura oculta a los motores de búsqueda, que encubre las IP (identidad de los dispositivos con los que se trabaja) y accesible solo mediante navegadores específicos, no es un mundo sin reglas, pese a ser la plataforma de las actividades delictivas informáticas, pederastia, trata de personas o venta ilegal de armas y drogas. Como todas las mafias, cuentan con sus normas y la vulneración de ellas conlleva sus castigos. El quebranto de una de estas leyes, la del reparto del dinero obtenido mediante extorsiones, ha sido lo que ha dado al traste con LockBit, la mayor organización de secuestro y chantaje. Entre los muchos delitos atribuidos desde su detección en 2019, tumbó la web del Ayuntamiento de Sevilla, el Puerto de Lisboa, la oficina presupuestaria de California, un hospital infantil de Toronto y miles de empresas. La operación policial internacional contra esta trama, que se ha saldado con dos detenidos en Europa del Este, fue posible después de su condena en la sociedad del crimen. El grupo delictivo intenta ahora resurgir.
Una disputa económica por el reparto del botín de un rescate precedió a la intervención policial de LockBit, que extorsionó a empresas, organismos y hospitales en todo el mundo
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